Marta
Leonor González, poeta y periodista nicaragüense, nos visitó el pasado 24 de
octubre. Arrancó su exposición confesando que eligió la poesía porque le da más
libertad, no obstante, nos dijo que no era fácil: hay que enamorarse del
lenguaje, y al mismo tiempo , ser precisos con él, pero sin perder la máxima de
ser único, de ser uno mismo. Después, pronunció una serie de consejos que
ayudan a la hora de componer: una libreta para anotar ideas, escribirse a uno
mismo una carta y, pasado un tiempo, leerla y sacar ideas, cambiar de ambiente,
evitar la negatividad y lo aburrido. A continuación nos preguntó si nos
habíamos mirado las manos ese día y propuso que nos levantáramos y abrazásemos
al compañero de al lado. "Hay que visualizar, volverse un poco loco" decía
mientras sacaba el Libro de
las preguntas de Pablo
Neruda, y tras leernos algunas preguntas ("¿Por qué los arboles esconden
el esplendor de sus raíces?") infirió que la magia de la poesía está en
esas preguntas y en esas respuestas. Leyó asimismo una de las odas de Neruda
(" Oda a los calcetines") y nos hizo entender que todo es materia de
creación. Concluyó afirmando que la sociedad no es generosa, y nos puso
un video del Carnaval poético de Nicaragua: "Entierro del engaño y la
mentira".
En mi
opinión, en la conferencia de nuestra autora podemos reconocer dos de las cosas
que hemos visto en clase, por un lado, que una libreta es indispensable para el
escritor, y por otro, que la inspiración surge de cualquier cosa (para ella,
incluso en el anuncio de un periódico puede haber una historia). Y es
precisamente esa conexión que veo entre la charla de nuestra autora y nuestras
clases lo que más llama mi atención. Además, me gustó el
enfoque de su poesía, a mi parecer, teñido de problemas muy sociales. En definitiva,
su carácter reivindicativo, su toma de conciencia frente a los problemas, es lo
que más me atrae de su poesía.
A
continuación, os dejo un poema de nuestra autora que pertenece a su primer
poemario (Huérfana embravecida):
Fechado
Por Marta Leonor González
Marzo 19, 1995 deja en ella la dura mordida,
el repentino golpe de la caída en la húmeda arena,
el portazo y la puerta que rechina
en su santuario en llamas
los vestigios de una tarde hepática
y la blancura de dos cuerpos
uno en otro,
apresurando entrar al ojo de una hiena
que rasca la tierra
que muerde escupiendo la hora de su muerte,
las conchas en la playa rocosa,
mientras el animal aullidos deja
y las olas golpean las piedras.
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