domingo, 30 de septiembre de 2012

Obstáculo superado

Sobre el telón de fondo de Iraq,  la vida en Khanaqin durante el  verano de 1980 se desarrolla con toda la intensidad y el colorido para la mayoría de los estudiantes que han terminado sus estudios pre-universitarios. Para algunos, llegó el momento que esperaban desde hacía tiempo: el fin de aquellas clases tediosas e inservibles, el término de aquellos monólogos adormecedores. Había llegado, por fin, el periodo de divertirse y de adentrarse en el mundo laboral. Para otros, el verano era la ocasión perfecta para meditar sobre si habían elegido la carrera adecuada. En cambio, para el joven Sabah, el verano supuso una incesable disputa con su padre. Muhsin, abogado respetable, pensaba que lo mejor para su hijo era hacer una carrera de ‘provecho’, y siempre le aconsejaba estudiar derecho o medicina, haciendo caso omiso a la gran pasión de su hijo: la pintura. Sabah  se sentía frustrado. Quería cumplir su sueño: ganarse la vida instruyendo con su arte. Y es que el muchacho tenía un talento especial. Muchas noches, después de escuchar la lista de razones que su padre le daba para ‘ser alguien en la vida’, para ingresar en los estudios que él veía convenientes, Sabah se encerraba en su cuarto y creaba: concebía retratos que parecían haber tenido como patrón una fotografía; pintaba amaneceres y atardeceres, casas y cercas, chimeneas y animales, nubes y pájaros. Empleaba el óleo, la acuarela, la témpera. Los colores de sus pinturas lograban  persuadir a los ojos.  En definitiva, creaba vida hermosa. Y es que, al igual que Nicolas Poussin, concebía la pintura como la amante de la belleza y la reina de las artes.
Su padre siempre había moldeado a su gusto el mundo que lo rodeaba, siendo Sabah la única excepción. Muhsin era un obstáculo pues veía el mundo en blanco y negro. Y era él quien decidía qué era blanco y qué era negro. Para Sabah resultaba imposible amar a una persona así sin tenerle también miedo, tal vez incluso sin odiarle un poco.
Ser padre de un hijo que prefería encerrarse en su habitación pintando cuadros a ir de caza…No era ésa la idea que se había hecho Muhsin. Pero si, naturalmente, la que rondaba en la cabeza de Sabah.
Cuando Sabah tenía diez años pintó su primer cuadro. Le llevó media hora. Se trataba de un patio árabe con su espacio abierto y fresco adornado en rojo, azul y dorado; una fuente en el centro; las paredes decoradas con motivos de follajes; y diversas especies de plantas exóticas alrededor. A partir de ese día pintó muchos más cuadros, almacenándolos todos en una caja. La noche en que reunió diez, subió las escaleras y entró en el despacho de Muhsin, armado con la caja. Cuando hizo su entrada, Muhsin y Jafar, su mejor amigo, estaban fumando en pipa.
-¿Qué sucede, Sabah?- le preguntó el padre al muchacho, ladeándose en el sofá  y entrelazando las manos por detrás de su cabeza.
Sabah le dijo que había pintado unos cuadros.
Muhsin asintió con la cabeza y le ofreció una ligera sonrisa que emitía poco más que un leve fingimiento de interés. Y nada más. Se limitó a mirar a Sabah .
Sabah permaneció allí seguramente menos de un minuto, pero para él, ese fue uno de los minutos más largos de su vida. Los segundos caían lentamente, separados unos de otros por una eternidad. Muhsin seguía mirando a su hijo fijamente sin ofrecerse a verlos.
Como de costumbre, fue Jafar quién acudió al rescate del decepcionado niño. Le tendió la mano y con una sonrisa para nada fingida, le pidió que se los enseñara.
Una hora más tarde, cuando Jafar fue a  marcharse, antes de salir se puso en cuclillas delante de Sabah y le devolvió la caja junto con una hoja de papel doblada. Le sonrió y le guiñó un ojo.
Hoy, después de otro de los sabotajes de Muhsin, Sabah en su cuarto, busca la hoja de papel que ocho años atrás le dio Jafar y encuentra las fuerzas para seguir con su sueño:
Sabah jan:
Me han gustado mucho tus cuadros. Dios te ha concedido un talento especial. Tu deber ahora es pulir ese talento. Tus cuadros están pintados con una técnica correcta y un estilo interesante. Pero lo que más me impresiona de tus cuadros es su viveza. Tal vez ni siquiera sepas que significa esa palabra, pero algún día lo sabrás. Es algo que algunos pintores persiguen durante toda su vida y que  nunca consiguen. Tú, sin embargo, lo has conseguido en tus primeros cuadros.
Siempre estoy y estaré a tu disposición. Veré cualquier cuadro que quieras enseñarme. Bravo.
Tu amigo,
Jafar